En la columna anterior presentamos fragmentos de una entrevista a Yuval Noah Harari (Página 12, 8 de marzo) que nos permitieron plantear cómo el libre albedrío se establece como problema filosófico a partir de San Agustín y cómo hacia lo modernidad el problema sufre modificaciones al incorporar la noción de determinación de las leyes naturales. Así, nuestras acciones parecen no estar causadas o controladas por nosotros sino por las leyes de la naturaleza.
La columna de hoy se vincula con otra idea esbozada por Harari, “la creencia en el ‘libre albedrío’ es peligrosa porque cultiva la ignorancia sobre nosotros mismos”. La idea de exploración de une misme como autoconocimiento desplegado es propuesta de modo novedoso por Michel Montaigne (1533–1592). Esa exploración se propone como una autografía, es un escribirse así misme que termina por proyectar nuevo género de escritura vinculada al yo: los ensayos. La idea de ensayar una autoexploración es siempre provisoria, algo no acabado, algo no determinado de antemano. De este modo, y en oposición a Harari, podemos decir que la idea de cultivo de la sabiduría sobre nosotres mismes supone que no todo está determinado previamente. Y de ahí que sea algo siempre exploratorio, experimentos tentativos, ensayos de una unidad fragmentada antes que una doctrina sistemática de un yo ya constituido.