El cuento de ser parte del primer mundo

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En un mundo que desborda incertidumbre y desequilibrio con guerras, en Europa guerra, en Medio Oriente permanente conflictos violentos, en Africa con las crisis cíclicas del capital financiero, con la emergencia migratoria del tercer mundo buscando asilo en un Norte cada vez más cerrado y discriminador, con el agravamiento de las consecuencias del cambio climático sequías, inundaciones, tormentas desbastadoras, calores imposibles la situación de caos y peligro, se extiende globalmente y en Argentina estamos ante un panorama electoral donde la situación local parece desacoplada del resto del mundo.

Resulta alarmante que con tanta inestabilidad del contexto, sumado a las variables desequilibradas de la economía local la propuesta de algunos candidatos sea romper todo, estallar los pactos y las pequeñas certezas democráticos para instalar un plan tan temerario como mesiánico, apostar por el desquicie político, la negación histórica, la pulsión rabiosa de patear el tablero y dejar el futuro en manos de un grupo que promete el canibalismo del mercado como utopía de la realización individual para repara la casa dañada. Algunos se obstinan en demolerla y sobre las ruinas aplicar viejas fórmulas neoliberales, bajo el dominio colonial para vendernos otra vez el cuento de ser parte del primer mundo, un verso que compramos y pagamos muy caro en los noventas.

Frente a este shock político serenidad y calma, racionalidad y esperanza, compromiso colectivo y confianza en el otro. La desesperación y la confusión solo tienen por destino la pérdida de lo construido en 40 años de democracia, y la fiesta de unos pocos es la ruina de muchos.