El equilibrio democrático sigue en peligro

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El domingo a la noche respiramos. Fue un poderoso suspiro de alivio democrático, un cambio en una tendencia que generaba pánico que significó ponerle el freno de mano al libertario a pesar de la crisis social que nos afecta. El gigante mitológico del peronismo despertó y logró revertir los resultados consiguiendo además la reelección de Kiciloff y sepultando los fragmentos ya escindidos de la coalición que candidateó a Bullrrich. Pero no se trató solo de movimientos desde la estructura partidaria, lo que se movió fue la base tectónica de la subjetividad social, y no fué solo el miedo que le ganó a la bronca, sino que se activó un sentimiento de autopreservación colectiva. El presente es crítico y pésimo, pero podría ser peor y catastrófico, ese instinto de autocuidado aún en estas condiciones adversas. Nos salvó de dinamitar todo, pero ahora hay que estar atentos, pasar del festejo a la vigilia, porque ahora se juega la final. Hasta el 19 de noviembre una guerra abierta para golpear y derrotar al rival. La suma de Macri y sus halcones aliados a la fórmula de la ultraderecha es casi cantado, así como maniobras desestabilizantes en la economía y hasta el elemento de la violencia política que es parte de la retórica libertaria, al contrario de lo que el establishment mediático pregonó. La sociedad no se derechizó y votó contra quienes querían arrasar con los derechos y los pactos democráticos, a pesar de que este y otros gobiernos preogresistas no solucionaron y hasta empeoeraron los problemas esenciales, la ciudadanía respondió deteniendo la avalancha fascista. Ahora anda el león repartiendo curitas entre quienes atacó, poco creíble, pero la única salida que le queda ante su floja performance en primera vuelta. Pero no está todo dicho, el congreso se llenó de personajes funestos y el sistema político si se inclinó hacia el lado más conservador. El equilibrio democrático sigue en peligro, aunque ahora respiremos después de la angustia. Ahora a recuperar tiempo y espacio y poner en el centro esas reservas democráticas que permanecen latentes en el seno de una agobiada comunidad.