Llueve, miramos el cielo y decimos llueve. Todas las especies afirmamos que llueve, sentimos las gotas en la piel, en los techos, en las hojas, en la tierra. Sabemos que llueve, necesitamos que llueva, amamos la lluvia que llueva sobre los sierras, que apague el odio de los incendiarios, que llueva sobre las ciudades, que ahogue la insensatez de los gobernantes, que llueva sobre La Paz, que calme la envidia antidemocrática, que llueva sobre Washington, que moje la soberbia imperialista.
Será pedirle demasiado a esta lluvia, aún no ácida, aún fresca, aún esperanzada.
Llueve adentro, llueve afuera, si esta lluvia nos igualara, nos fraternizara, nos sensibilizara hasta el punto de sentirnos gotas efímeras, en una tormenta universal que presagia la serenidad después del aguacero. Hay leyes naturales que no varían por más dictadores del capital, por más pronosticadores del final, por más artificios de la razón.
Llueve, sigue lloviendo, sin un porque, como un misterio, como una intemperie arcana, como, una repetición constante hay en esta lluvia, un signo primigenio, un destino urdido, una suerte ancestral.
Llueve, con amor decimos.

Luca Prodan
Anoche soñé con Luca, estaba viejo pero intacto, me contó que abandonó Sumo y todo