Anoche soñé con Luca, estaba viejo pero intacto, me contó que abandonó Sumo y todo porque ya no se bancaba más el negocio del rock y no quería terminar como Petinatto, le dí la razón. Estuvo todos estos años viviendo en las sierras, ya no estaba pelado, tenía una prominente barba de ermitaño, habia decidido bajar de la montaña para retomar la vida musical, si bien seguía escuchando sus viejos discos y cada tanto se juntaba con sus amigos de Las Pelotas a zapar, había conocido a unos jóvenes músicos que le metieron ganas de volver a tocar porque decía que el rock no estaba muerto, sobretodo por las nuevas generaciones de inconformistas sonoros, pero que agonizaba en su ambición de ser la banda sonora del capitalismo.
Luca hablaba y tomaba un té de hierbas mientras aspirábamos cada una de sus palabra como un último aliento, en un momento sacó una guitarra criolla y comenzó a sacar esa voz sensible y violenta con una canción que podría definir entre folk, punk y zen el baterista, golpeaba la mesa y ese bar trajinado quedo suspendido en un mantra hipnótico. Habíamos ascendido a otro estadio espiritual, por eso casi no lo vimos cuando se levantó y salió caminando con unas ojotas, una bermuda destruida y una remera que decía fuck you Monsanto, aún no sé si desperté de un sueño o si quedé atrapado en el sueño de Luca, pero es mejor así, seguir estallando desde el océano que morir en una cajita feliz, llegando como monos de ojos blindados, saltando en picada sabiendo que todo esta el revés, caminando entre sueños rotos por habitaciones vacías, alejándonos más del cielo prometido. Gracias Luca, tu luz siempre brilla para mí.