Proliferan por todas partes los discursos colapsistas.
El anuncio repetido del final de nuestra civilización
¿Cuándo será el Big Crunch, la gran implosión? ¿2030, 2050?
Pero, ¿y si el apocalipsis ya fue?
La razón apocalíptica es pasión de absoluto:
solución final, nuevo comienzo radical.
Pero el Fin nunca llega, la catástrofe nunca es tan total como esperábamos.
Por eso “el apocalipsis decepciona”.
Se desilusionan sólo quienes vivieron de ilusiones.
Porque no hay Fin,
no hay ningún final de la Historia,
no hay última palabra,
la pelea es interminable:
la vida recomienza todo el rato.
La temporalidad emancipadora es la del proceso,
la del continuo,
la de lo interminable.
Recomenzar no es repetir, sino partir de lo que hay y crear algo distinto.
Toda creación es recreación.
Nada de lo que fue está realmente concluido, se puede prolongar siempre.
Reanimar y reactivar las potencias del pasado.
Aprendamos de las comunidades indígenas
que vivieron su propio fin del mundo hace 500 años
y resisten, insisten, siguen existiendo.
El miedo al Fin no activa, sino que disuade.
La catástrofe por venir paraliza.
Hoy es el método mismo de gobierno: “nosotros o el caos”.
Hay que oponer, al imaginario apocalíptico del Fin, una lógica de la reanudación.
Del recomienzo y la reconexión.
El apocalipsis ya fue.
Ahora es tiempo -siempre es tiempo- de reanudar con la vida.
Habrá futuro por añadidura.
(Subversión de un texto de Amador Fernandez Savater)

Luca Prodan
Anoche soñé con Luca, estaba viejo pero intacto, me contó que abandonó Sumo y todo