El tiempo actual parece ser un momento indicado para reflexionar, entre otras cosas, sobre el efecto que la constante lluvia de información, la que nos llega a través de los medios de comunicación digitales y las redes sociales, produce en la manera en que percibimos la intensidad y gravedad de las cosas que nos están pasando. También es tiempo de recrear los espacios de la virtualidad para tejer encuentros y ejercitar la memoria colectiva en relación a nuestro devenir.
Todo el tiempo, recibimos la imagen nítida de las reiteradas situaciones de extrema violencia policial, de los exabruptos por parte de los gobiernos regionales a la hora de abordar las múltiples problemáticas que acarrea la pandemia y del aumento del número de muertes que ésta deja tras de sí. En esa modalidad que tienen los medios de comunicación en la narración objetiva de la realidad, muchas veces se pasa por alto la dimensión subjetiva y afectiva de la muerte. En las noticias, ésta no es más que un número que nos muestra su alcance cuantitativo. En este contexto, por lo tanto, resulta necesario generar espacios que colectivamente nos permitan dimensionar desde lo natural humano y afectivo el dolor desmedido que significa la pérdida de un ser querido en las condiciones que impone la pandemia, que prácticamente inhabilita la despedida y el necesario duelo presencial. Ese número que arrojan las noticias podría así, a través de este ejercicio, traducirse en miles de historias, de proyectos de vida individuales y vivencias familiares que se perdieron de golpe, de manera abrupta e inesperada, como consecuencia de un virus que apareció de la noche a la mañana, que golpea principalmente a los sectores más vulnerables y marginados de la sociedad.
Sólo cuando se trata del contagio de alguna personalidad reconocida, de algún protagonista del poder de turno, entonces en tal ocasión, los medios tradicionales de comunicación, se hacen eco del terrible alcance del Coronavirus y le ponen rostro a la enfermedad, la que, por supuesto, no va a redundar en muerte, dado que en la mayoría de los casos estos selectos contagiados tienen acceso a su respectivo sistema integral de salud. Lo importante es considerar que hay sectores que tampoco cuenta con ese servicio, que no cuentan ni siquiera con un techo en donde poder prevenir, tranquilos, el contagio del virus.
De aquí, nuevamente, la necesidad de reiterar que ver un índice que señala la cifra de muertos por la pandemia en una pantalla todos los días hace que el impacto que esto produce a nivel perceptivo en la persona que lo ve sea mínimo o, mejor dicho, externo, y que, en su lugar, quizás incluso sin querer o imperceptiblemente, naturalicemos una realidad distorsionada, la percibamos como ajena a nosotros, a nuestros cuerpos, o no logremos comprender la magnitud del hecho.
Así, nos damos cuenta de que participamos en un contexto que en muchas esquinas nos excede, pero que por eso mismo genera un terreno propicio para replantearnos nuevas formas de contribución comunitaria y para que intentemos reavivar prácticas y rituales de reflexión sobre la importancia de la memoria, esas que hoy, alimentadas por la ausencia del cuerpo en los espacios, el desencuentro y la fugacidad de la información, parecerían ser ya un vestigio de nuestra capacidad humana. Estas prácticas siempre son posibles a través de intervenciones y manifestaciones artísticas, grandes catalizadoras que favorecen el encuentro y la reflexión, nos llaman a detenernos y a situarnos otra vez.
En este sentido cabría pensar la intervención que la antropóloga, docente e investigadora Débora Diniz lleva adelante en conjunto con el artista visual Ramón Navarro.
RELICARIO POÉTICO
A través de la cuenta de Instagram @reliquia.rum nos acercan a un relicario en donde comparten y extienden, a través de piezas visuales artísticas, el ejercicio colectivo de la memoria. Como la palabra lo sugiere, se trata de un espacio de homenaje, a donde se nos invita, especialmente como comunidad, a hacer un duelo público por las miles de mujeres brasileras y de la región muertas como consecuencia de la pandemia, mujeres que perdieron su vida a raíz del contagio de esta enfermedad que parece importarle muy poco al presidente del país vecino, el nefasto Bolsonaro, actitud que se manifiesta en la manera en que aborda esta cuestión tan delicada para la gran mayoría. La misma Diniz tuvo que abandonar el país junto a su familia en 2018 debido a la persecución y amenazas que, de manera anónima, recibía constantemente hacia su persona y su familia y que inhabilitaron la continuidad de su profesión allí.
El relicario nos permite homenajear y recordar a cada una de las mujeres que perdieron sus vidas recientemente, muchas de ellas de manera lamentable, luchando contra la enfermedad en plena adversidad, pero principalmente, nos muestra un emblema de mujeres que lucharon dignamente, entregándolo todo de sí, en pos de mejorar la calidad de vida propia y la de los más cercanos. Tal es el caso de la militante Ramona Medina, presente en esta propuesta visual, la mujer que se cansó de exigirle al gobierno porteño algo tan básico y primario como el buen funcionamiento del servicio de agua potable en su barrio, la Villa 31 de Buenos Aires. Ramona la peleó hasta último momento intentando procurarle una mejor calidad de vida a los integrantes de su familia y de su entorno. Falleció a causa del virus, en las condiciones que se hartó de denunciar y que fueron desoídas por las autoridades. Recordamos a Ramona Medina y el tenor de su lucha y militancia a través de esta imagen y abrazamos a sus familiares más cercanos.

Diniz explica que lo que intentan es hacer un duelo comunitario, público, de esas vidas privadas, y considera que la pandemia es también una forma del Estado de matar. La primera imagen publicada en esta cuenta de Instagram recupera el testimonio de una mujer afro brasilera que fuera empleada doméstica, el oficio que, según sostiene la antropóloga, es el trabajo más importante de las mujeres en Brasil, principalmente de mujeres afrodescendientes. En cuanto a la idea original, detalla Diniz: imaginamos, hacemos una convocación al duelo, para el encuentro por el arte, para una triangulación de los afectos, para una política del duelo (…) cuando empezamos era del noticiero para el arte, lo que empezó a pasar: la familias empezaron a escribirnos, imagine por favor a mi mamá, a mi hermana, a mi hija, y enviaron las fotos reales, pero triangula(mos) el duelo con la imaginación de mujeres de un pasado distante para provocar esto. En este sentido están pensadas las piezas visuales que se pueden apreciar allí y que al observarlas sugieren elementos íntimos de valor y miradas profundas.


LOS RESIDUOS DE LA “NUEVA NORMALIDAD”
Lo que recibe hoy el nombre de “nueva normalidad” pareciera ocultar o dejar tras de sí, trampa del lenguaje, el residuo de la “vieja normalidad”, la que habríamos dejado atrás a principios de este año. En realidad, se trata de un momento histórico que pone de manifiesto el colapso de un sistema que necesita ser revisado en su estructura de manera urgente.
A nivel del debate público, a raíz del contexto que nos toca atravesar, germinan nuevas maneras de pensarnos como comunidad, se abren nuevos horizontes en la forma de encarar proyectos, se piensan los consumos, saltan a la vista y son más claras las posiciones que cada uno ocupa en el tejido social, pudiendo distinguir bien entre los sectores en donde se concentra la riqueza de aquellos en los que impera la carencia y, al mismo tiempo, entre quienes piensan en términos meramente monetarios de quienes se preocupan y velan por la salud de los habitantes.
Tenemos que cambiar la manera (como) hacemos las preguntas para pensar el mundo en el que vamos a vivir, arroja Diniz, y estamos de acuerdo con ella.
Si te interesa escuchar la entrevista completa, podes hacerlo acá.